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De Interés

24.03.2008 20:21

Una droga para el parkinson senil, nuevo juego de los jovenes en Medellín

 

 

 

Autor: Adriana Múnera Mejía - Revista Azulnaranj a - Fundación Universitaria Luis Amigó

 

Andrea descubrió en las pastillas akineton o biperideno, medicamento para enfermedades neurológicas, la forma de ocultar su depresión, para alucinar y relajarse con sus amigas del colegio.

Andrea Palacio conoció las pastillas akineton durante los tres últimos años de su bachillerato. Recuerda cuando las consumió por primera vez, postrada en una silla del colegio Jesús de la Buena Esperanza, de Bello, intentando mirar los números escritos en la pizarra del salón, en su clase de matemáticas, mientras escuchaba la voz de la profesora, Margarita.
 

“Al principio las consumía por curiosidad y, más que todo, cuando estaba en las clases aburridoras como matemáticas, ciencia y geometría”. Mientras cuenta, refleja en su rostro la satisfacción que le producían esos momentos de “locuras de niñas”, moviendo la mandíbula inferior como si volviera a saborear la amargura de la pasta blanca.

“Akineton o también conocido biperideno es un medicamento depresivo y estimulante, que se formula para los pacientes con parkinson o que no pueden controlar algunas reacciones neurológicas”, explica el médico Alejandro Carvajal, al advertir del riesgo que corren los jóvenes que exceden en su consumo, porque pueden crear una dependencia psicológica.

Cuando terminaba las clases “aburridoras”, sentir el dopaje que abarcaba su cuerpo era placentero con la ventaja, según ella, de que sus maestros no se daban cuenta de su estado, lo cual le resultaba aún más gratificante a Andrea.

Colegio y travesuras
La mirada de Andrea se esconde detrás de sus lentes oscuros mientras cuenta, casi como si se estuviera confesando ante un sacerdote, las “travesuras” del colegio. Saca un cigarrillo de un paquete que guarda en el bolso, sin encenderlo y continúa el relato.“Me tomaba una cada semana y las conseguía a través de una compañera, Adriana que se aprovechaba de su papá, dueño de una droguería y a quien se las hurtaba a escondidas”.

“Estos derivados de anfetaminas en sus dosis le generan relajación y los hacen alucinar. Las consecuencias para las personas que las consumen por diversión no se notan inmediatamente pero hay pacientes que, más adelante, pueden desarrollar enfermedades neurológicas. Ese efecto secundario le puede causar hasta la muerte”, explica el médico Alejandro Carvajal.

Para Andrea, sin embargo, solo existía el deseo de gozar de esta pasta, pequeña circular, de color blanco que, según ella misma, “las tomaba porque me sentía aburrida y era una forma de pasar buenos ratos con mis amigos, incluso fuera del colegio”.Para la psicóloga Ana María Mejía, “los jóvenes tienden no solo a consumir este medicamento, sino múltiples drogas psicoactivas”.

Incluso, comenta que los jóvenes están en riesgo de consumir cualquier tipo de droga psicoactiva y por ello, “se debe realizar un análisis del sujeto, para encontrar problemas emocionales en sus relaciones interpersonales, laborales, escolares y familiares, que los inducen a consumir estas drogas”.
 

 

Y con licor

Andrea Palacio, en sus salidas a Sanalejo o en las fiestas se encontraba con su amiga y combinaban biperideno con vino. “El efecto es más rápido, quedaba como una zombi, no me causaba risa, simplemente me sentía como un ente”, dice.

Recuerda que los amigos hacían parte de los ratos de alucinación, sus temas giraban alrededor de la música, de comentarios simples de grupo y de las próximas fiestas.“Sí, los adolescentes están en búsqueda de experiencias, vivencias nuevas y diferentes, porque es una edad en la que empiezan a enfrentarse al mundo y, por lo general, es un cambio difícil para ellos”, señala la socióloga Beatriz Morales.“El acceso de información y las nuevas tecnologías han permitido conocer todo lo que esté al alcance de ellos y nada permanece oculto”.

 

Ley, medicamento y narcótico

La ley colombiana, a través de su decreto 2200 de 2005, en su articulo 19 ordena que la venta de algunos medicamentos debe hacerse con fórmula y que los empaques de los mismos deben tener el mensaje visible de “venta bajo fórmula médica”. Añade que es el médico el único autorizado para recetar su consumo particular.

La abogada Viasney Rengifo se encuentra en la sala de su apartamento. Arquea la ceja y se cuestiona acerca del tema del biperideno o akineton. Deja caer las cenizas del cigarrillo que está fumando y comienza a discutir qué tipo de situación se está presentando: “la responsabilidad que reclama el abogado depende de lo que haya generado la venta, para así poder entablar una demanda penal, civil o administrativa”. Cuando termina de hablar, el cigarrillo vuelve habitar en sus labios.

El análisis de Viasney se queda en la responsabilidad que tiene el que expende los medicamentos de control sin ninguna restricción.
 

Irresponsable
Andrea se declara ignorante de las consecuencias que tendrá el consumo de akinetón. “No tengo presentes las consecuencias, tampoco tengo dependencia o adicción. Lo único que sé es que lo uso para los momentos de diversión”, afirma ahora la estudiante de primer semestre de Derecho de la Universidad de Antioquia, mientras abre la maleta para contestar el celular que no deja de sonar.

La novel estudiante de leyes ignora que, cada vez que se toma un akineton, está forzando el desarrollo de una cardiopatía que acaso la esperara al final de sus días, los que por ahora están comenzando.

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